Historia de la exploración

La historia de la exploración del microcosmos y macrocosmos en Chile se fundamenta en dos factores: (1) los atributos especiales de territorios únicos en los extremos sur y norte de Chile (es decir, los archipiélagos subantárticos en la región del Cabo de Hornos, y el Desierto de Atacama), y (2) la visión y determinación de investigadores individuales y sus instituciones para descubrir e implementar laboratorios naturales en estas regiones.

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Aquí presentamos los subcapítulos en orden.

Serendipia en el origen del “Ecoturismo con Lupa”

En marzo del año 2000, el biólogo conservacionista y filósofo chileno Ricardo Rozzi se embarcó en una expedición a las islas del Cabo de Hornos, en el extremo sur del continente americano. Guió a un grupo de briólogos, dirigidos por Bernard Goffinet, en la búsqueda de Splachnaceae o “musgos de fecas”. Goffinet pensaba que estos musgos podrían crecer sobre huesos de ballenas varadas en las costas meridionales de las islas. El equipo sufrió varias tormentas mientras navegaba en el Maroba, un minúsculo barco pesquero.

Figura 1. Cuenca del río Róbalo, protegida por el Parque Omora, Puerto Williams, Chile. Fotografía de Ricardo Rozzi, s.f.

Los investigadores estaban decididos a encontrar estos musgos de fecas e iniciaron una larga caminata a través de una gran turbera. En su excitación, Ricardo Rozzi se separó del grupo y cayó en uno de los numerosos pozos dispersos. Poco a poco empezó a hundirse y pensó que se iba a morir. Mientras descendía, quedó fascinado por la asombrosa diversidad de musgos que rodeaban la laguna del pantano. Rozzi pensó: “Si como biólogo yo no había prestado la debida atención a la magnitud de la diversidad de estas diminutas plantas hasta este momento, me pregunto si los responsables políticos, o los profesores de Chile apreciarán esta biodiversidad en miniatura.”

Figura 2. Los bosques subantárticos magallánicos crecen desde el nivel del mar hasta la línea de árboles en las montañas de la Reserva Biosfera del Cabo de Hornos. Fotografía de Paola Vezzani, s.f.

Afortunadamente, Bernard Goffinet y su equipo encontraron a Ricardo Rozzi en el pantano al cabo de un par de horas, justo antes de que se hundiera por completo. ¡Sobrevivió! Sin embargo, la imagen de la exuberante diversidad de musgos quedó fija en la mente de Rozzi y, al regresar a su laboratorio, comenzó una revisión bibliográfica sistemática de las briófitas de Chile. Además, junto a Goffinet, William Buck y otros briólogos asociados al Parque Omora, iniciaron una serie de inventarios florísticos en los archipiélagos del Cabo de Hornos (Figuras 1 y 2). Y se asombraron al descubrir que la eco-región subantártica de Magallanes constituye un “hotspot” o “punto crítico” de diversidad de musgos y hepáticas a nivel mundial (briófitas o plantas no-vasculares).

Figura 3. Mapa utilizado en las discusiones con la Comisión Nacional de Medio Ambiente (CONAMA), The Nature Conservancy (TNC) y otras organizaciones para definir las prioridades de conservación de la biodiversidad de las ecorregiones de Sudamérica y Chile en particular durante la década de 1990. El cuadrado rojo destaca la ecorregión subantártica de Magallanes, que inicialmente fue categorizada como “sin clasificar”. Este mapa fue publicado con modificaciones en Dinerstein et al. (1995). (Descripción de colores en mapa. En rojo: Altísima prioridad a escala regional, en amarillo: Alta prioridad a escala regional, en verde claro: Moderada prioridad a escala regional, en verde oscuro: Importante a escala nacional, en rosa: no clasificado.)

Varios años antes, Ricardo Rozzi, actual director del Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC), había participado en comités encargados de identificar sitios prioritarios para la conservación en Chile y América Latina. Los criterios que se utilizaban entonces y que se siguen utilizando hoy se basan exclusivamente en la diversidad de vertebrados y plantas vasculares. Mirando hacia atrás, Rozzi se dio cuenta de que, siguiendo estos criterios, las plantas no-vasculares habían sido pasadas por alto sistemáticamente en este proceso de toma de decisiones. En consecuencia, a finales de la década de 1990, la eco-región subantártica magallánica fue clasificada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) como desconocida y de baja prioridad para la conservación de la biodiversidad (Figura 3a).

Luego de la epifanía que Rozzi experimentó cuando pensó que iba a morir en el pantano, él y otros investigadores trabajaron frenéticamente para cuantificar la diversidad de musgos que había sido pasada por alto. Pronto descubrieron que más del 5 % de las especies de briófitas conocidas por la ciencia crecen en los archipiélagos del Cabo de Hornos, en menos del 0,01 % de la superficie terrestre del planeta. La región austral contiene el mayor número de especies de musgos y hepáticas registradas en Chile (Figura 3b). Además, en el Cabo de Hornos hay más especies de plantas no-vasculares que de plantas vasculares, lo que contrasta fuertemente con las proporciones de plantas vasculares/no-vasculares encontradas en regiones de menor latitud (Figura 3b). Este descubrimiento estimuló su propuesta de “cambiar nuestras lentes” para evaluar la biodiversidad.

Figura 3a y 3b. En Chile, el número de especies de briófitas aumenta con la latitud, y alcanza un máximo en la ecorregión subantártica magallánica, donde supera en número a las plantas vasculares (a; figura modificada de Rozzi et al. 2008). La riqueza de especies de plantas no-vasculares (briófitas) en la ecorregión subantártica de Magallanes contrasta con las regiones de menor latitud, especialmente en los países tropicales, donde su proporción es mínima en comparación con las plantas vasculares (b).

Los grupos taxonómicos y las ecorregiones conforman las “lentes” a través de las cuales se evalúa y conserva la biodiversidad. Los patrones de riqueza y endemismo de especies utilizados para identificar áreas prioritarias para la conservación de la biodiversidad están fuertemente sesgados por nuestro conocimiento diferenciado de los grupos taxonómicos. A finales del siglo XX, las evaluaciones de las prioridades mundiales de conservación se basaban en la concentración de diversidad y endemismo de vertebrados y plantas vasculares. La conservación de las plantas se centraba casi exclusivamente en la flora vascular, mientras que los patrones de diversidad de la flora no-vascular estaban poco documentados y se tenían en cuenta marginalmente. Por ello, Ricardo Rozzi y otros investigadores propusieron “cambiar las lentes” e invitaron a los biólogos de la conservación a tener en cuenta no solo los grandes organismos, sino también los más pequeños, sobre todo en determinados tipos de hábitats. Por ejemplo, si el objetivo es evaluar la riqueza de especies de las zonas inter-mareales de las costas de los archipiélagos australes, habría que buscar algas, y no solo plantas vasculares. Análogamente, si el objetivo es evaluar la diversidad florística de latitudes altas, no sería adecuado basar los inventarios únicamente en las plantas vasculares, sino que es necesario incluir también las no-vasculares. Esta segunda analogía no es tan evidente, pero es esencial para apreciar correctamente la diversidad florística de las regiones subantártica y antártica.

Figura 3c. Imagen de satélite de la Biosfera del Cabo de Hornos delimitada por la línea de puntos azul claro. Situada al sur de Tierra del Fuego, es el área protegida más meridional de América y la mayor de las zonas subpolares templadas del hemisferio sur. Figura modificada a partir de Rozzi et al. (2006 a, b).

En el año 2000, el equipo de investigación del Parque Omora inició inventarios florísticos y análisis de los patrones de diversidad de este grupo taxonómico, a menudo ignorado, en una zona geográfica remota y sorprendente de bosques perennes de hoja ancha y tundra, lo que los llevó a plantearse cuestiones teóricas y prácticas novedosas y desafiantes. El equipo demostró que las plantas vasculares y no-vasculares presentan gradientes latitudinales opuestas de riqueza de especies, y argumentó que la conservación debería centrarse en los patrones regionales de los grupos indicadores de biodiversidad específicos de cada bioma, que a menudo quedan fuera de las evaluaciones globales. En el año 2005, el equipo de investigación consiguió conservar la gran diversidad de briófitas de la eco-región subantártica de Magallanes, lo que proporcionó el argumento central para la creación de la Reserva de la Biosfera del Cabo de Hornos de la UNESCO (Figura 3c). Se trata de la mayor reserva de biosfera del sur de Sudamérica. Por primera vez en Chile, y en el mundo, se designó un área protegida basada en la diversidad de musgos y hepáticas, organismos que hasta ahora rara vez habían sido percibidos y valorados en la región, el país y la comunidad conservacionista mundial (Figuras 4a y 4b).

Figura 4a. En la Reserva de la Biosfera Cabo de Hornos, los musgos de fecas pertenecen a una familia particular de plantas no-vasculares que crecen en turberas o bosques. Fotografía de Adam Wilson, 2010.

Figura 4b. Los musgos de fecas tienen cápsulas de colores para atraer a las moscas que dispersan las esporas de los musgos. Fotografía de Adam Wilson, 2010.

El éxito del primer hito inspiró al equipo de investigación del Parque Omora a generar dos aplicaciones más amplias para la conservación de briófitas. En primer lugar, el equipo inventó una nueva actividad educativa y turística que llamaron “Ecoturismo con Lupa” para fomentar la apreciación de la belleza, diversidad y relevancia ecológica de los “bosques en miniatura” de briófitas, líquenes e invertebrados. Desde 2005, con una lupa en mano, niños, profesores, tomadores de decisiones y el público en general han adquirido una nueva perspectiva para observar, valorar y cuidar a los grupos más diversos de organismos con los que cohabitamos en regiones de altas latitudes (Figuras 5a y 5b). En segundo lugar, más allá de la región del Cabo de Hornos, el equipo de investigación ha argumentado que, para diseñar estrategias efectivas de conservación, es esencial ampliar el conjunto de grupos de organismos considerados en las políticas y prácticas de conservación en diferentes regiones del mundo. Con ese fin, desde el extremo sur de Chile, Ricardo Rozzi y un equipo de investigadores proponen un acercamiento con una “lupa metafórica” para investigar, valorar y cuidar mejor la biodiversidad mundial.

Figura 5a. Una familia es guiada por un estudiante de posgrado en el sendero interpretativo de los “bosques en miniatura del Cabo de Hornos” en el Parque Omora. La actividad de “Ecoturismo con Lupa” ayuda a los visitantes a apreciar la diversidad, belleza y relevancia ecológica de los líquenes y musgos. Fotografía de Adam Wilson, enero de 2010.

Figura 5b. Primer plano de una lente macro utilizada por un visitante durante su participación en la actividad de “Ecoturismo con Lupa”. Fotografía de Paola González, Parque Omora, enero de 2016.

 

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